La casa de la infancia de Andrew era un pequeño apartamento en el Este de Los Ángeles con su madre y su hermana menor. Su mamá equilibraba dos trabajos durante su infancia. Trabajaba como empleada doméstica por las mañanas y cuidadora de pacientes ancianos por las tardes. A través de su incansable trabajo, Andrew aprendió la importancia de la dedicación.
Andrew pasaba tiempo con su tío Manny todos los fines de semana. Manny tenía un taller de autos que, aunque no era extravagante, estaba lleno de herramientas, radios viejos y el olor a café y aceite. Manny le enseñó a arreglar muchas cosas, como autos y bicicletas. A Andrew le gustaba resolver problemas y la satisfacción de usar sus manos. Aunque no hablaba mucho, se sentía orgulloso de ver que las cosas en las que trabajaba finalmente funcionaban.
La actitud inicial de Andrew sobre la vida se formó en esta época. Para él, el mantra era simple: una persona siempre debe esforzarse por intentar arreglar las cosas y superar los desafíos de la vida.
Muchos años después, cuando su vida cambió, su mantra y mentalidad de años anteriores le ayudaron a inspirarse para reiniciar su vida.

Donde Todo Comenzó
Hubo un tiempo, hace tres años, cuando su vida dio un giro radical tras un accidente automovilístico. Por suerte para él, no quedó paralizado. Sin embargo, el trauma físico causó varias lesiones; realizar cualquier tipo de trabajo extenuante se volvió doloroso e insostenible debido a las lesiones.
El impacto de la lesión no solo lo afectó físicamente. La recuperación y la incapacidad para volver al trabajo físico también afectaron su situación financiera. Las facturas médicas se acumularon y, junto con no poder trabajar físicamente, resultaron en deudas. Durante bastante tiempo, Andrew luchó por saber qué hacer a continuación. Se sentía perdido. Era una lucha sentir que alguna vez podría encontrar un trabajo o una carrera que reconociera los límites de su cuerpo pero que también le permitiera reconstruir todo lo que tenía. Algunas mañanas, Andrew se despertaba y nunca salía de la cama; acostado mirando al techo, enojado porque su cuerpo lo había traicionado. Andrew ya no se sentía como él mismo. El trabajo era su identidad. No estaba definido por este accidente, pero sin trabajar, se sentía invisible.
Después del accidente, Andrew tuvo mucho tiempo simplemente acostado—más tiempo del que quería estar. Fue difícil para alguien que siempre había trabajado con sus manos verse obligado a descansar. Durante este proceso de recuperación, Andrew se encontró desplazándose más, viendo más videos, tutoriales y explorando trabajos secundarios (más que por pura necesidad).
"Estaba comprometido a reconstruir mi vida, en mis términos, y empecé a buscar de qué maneras podía crear trabajo freelance que realmente encajara con cómo vivo ahora. Necesitaba algo flexible, de bajo impacto y significativo—algo que considerara lo que mi cuerpo podía hacer mientras aún permitía crear y crecer."
Andrew intentó varios trabajos para mantenerse a flote. Trabajó a tiempo parcial en una ferretería, pero el esfuerzo físico agravó sus lesiones. Un trabajo remoto de atención al cliente lo dejó mentalmente agotado y desconectado. La entrega de comida parecía flexible, pero los largos trayectos y las escaleras causaban hinchazón y fatiga.
Un Punto de Inflexión Silencioso
Un fin de semana, casi por capricho, Andrew aceptó ayudar a un amigo que tenía un puesto de ropa vintage en un mercado de pulgas cercano. El montaje — mesas, percheros, contenedores — fue agotador. Pero en un giro del destino, mientras la gente se detenía, Andrew se encontró disfrutando las conversaciones. Los compradores preguntaban dónde se hacían las cosas, quiénes eran los artistas de las impresiones y qué significaban dentro de los diseños. Y para su sorpresa, después de bastante tiempo, se sintió vigoroso, no agotado.
Fue un pequeño cambio de energía, y uno significativo: ¿Y si vendiera algo creativo propio?
No solo artículos por vender, sino productos con historia, expresión e intención.
Ese día plantó una semilla. Andrew se dio cuenta de que extrañaba crear cosas. Extrañaba esa sensación de llegar a las personas a través de algo que importaba. Necesitaba un trabajo que sintiera que le pertenecía. Algo práctico, de bajo impacto, creativo y que pudiera crecer.
"Ese fue el momento en que dejé de buscar solo un trabajo—y empecé a imaginar un futuro que realmente podría construir."
Cómo Andrew Descubrió la Impresión DTF—y Por Qué La Eligió
Andrew siempre había estado interesado en la cultura streetwear y realmente amaba el arte local — murales, grafitis, ilustraciones estilo tatuaje. Un día, casualmente permafumado en una conversación con un amigo que hacía ilustración digitalizada, plantó una semilla. Se dio cuenta de que, a pesar de no saber dibujar, podía colaborar con artistas y usar su trabajo como base para algo nuevo.
Mientras veía un vlog en YouTube de un artista que tenía una pequeña marca de merchandising, todo finalmente encajó esa noche. El creador había hablado sobre cómo usaban impresiones de su ilustración en camisetas y bolsas tote. Andrew prestó atención. ¿Imprimir arte en tela? Eso suena factible, pensó. No era un trabajo pesado. No necesitaba una tienda física. Y se sentía conectado a algo significativo: comunidad, diseño, creatividad.
Comenzó a profundizar en los métodos de impresión. Al principio, investigó la serigrafía — la clásica. Pero el costo inicial de pantallas, tintas y los requisitos de espacio la descartaron. Físicamente no podía manejar grandes tiradas o trabajos de configuración. DTG (Direct to Garment) parecía prometedor — detalles hermosos, sin pantallas — pero las impresoras eran caras, necesitaban limpieza frecuente para mantenimiento y nunca parecían funcionar bien con telas oscuras. Andrew tenía un presupuesto bajo y necesitaba fiabilidad.

Entonces se topó con la impresión DTF (Direct to Film) — un método especialmente una licencia para imprimir diseños brillantes en película de transferencia, y luego prensarlos en todo tipo de telas usando una prensa de calor. Fue entonces cuando comenzó a ver todo el potencial de la impresión DTF — un proceso que permite imprimir diseños pequeños, detallados y brillantes en una variedad de telas sin el trabajo manual involucrado en otros métodos. Era portátil, barato y, sobre todo, flexible. DTF no requería pretratamiento de las prendas. Era efectivo en algodón, poliéster y mezclas, incluso en los materiales aleatorios o raros que planeaba usar para todo, desde camisetas y sudaderas con capucha hasta bolsas de lona e incluso gorras.
Lo que finalmente lo convenció de comprometerse fueron las historias de éxito que encontró de otros pequeños empresarios. Muchos eran como él: trabajaban desde sus casas y aprendían mientras crecían. Se unió a algunas redes en línea y grupos de Facebook donde hacía preguntas y se conectó con algunos impresores de Los Ángeles para observar sus configuraciones. El consenso fue que para un individuo que hace trabajos limitados y multisustrato, DTF era la opción intermedia adecuada entre costo, calidad y utilidad.
“Porque siempre me ha gustado ensuciarme las manos, la idea de dominar todo por mí mismo no me asustaba, sino que me emocionaba,” dijo.
Se sumergió en foros, vio horas de tutoriales y leyó manuales de principio a fin. Resolver problemas paso a paso le dio una confianza tranquila, especialmente después de sentirse tan impotente durante su recuperación. Usando el último de un pequeño préstamo, invirtió en una impresora DTF de nivel medio y una prensa de calor confiable.
Los instaló en el garaje, transformando el espacio en un estudio compacto y eficiente. Cada rincón estaba dispuesto con intención—herramientas al alcance, superficies a la altura correcta, iluminación ajustada para reducir la fatiga. Se movía despacio, deliberadamente, aprendiendo a ajustar temperaturas, alinear la película PET y curar el polvo adhesivo sin sobrecalentar. Cada nueva habilidad se convirtió en una pequeña victoria.
Y lo mejor de todo, podía imprimir en sus propios términos —a su propio ritmo, sin depender de proveedores ni esperar a que alguien más lo hiciera bien. No más malentendidos, no más compromisos de calidad. Por primera vez en mucho tiempo, Andrew se sintió en control —no solo del proceso, sino de su futuro.
Esa libertad significaba todo.
La impresión DTF no era solo un método—se convirtió en la forma de Andrew de volver a trabajar con sus manos. De construir algo propio.
Ha buscado pintores locales, tatuadores e ilustradores, ofreciéndoles la oportunidad de convertir su arte en algo que la gente pueda usar — camisetas, bolsas de lona, sudaderas con capucha y sudaderas, y artículos de edición limitada. Él mismo gestionaba la impresión, el prensado y el empaquetado, manteniendo a raya el esfuerzo físico al espaciar su trabajo y hacer su espacio de trabajo ergonómico.

Su Primer Pequeño Logro
Era una tarde gris de martes cuando la notificación apareció en el teléfono de Andrew: “1 Nuevo Pedido – Sudadera Negra, Talla M.” Por un breve momento, pensó que podría ser un error. Revisó el nombre de nuevo, la dirección de entrega— no, ¡esto era real! Un desconocido, alguien que ni siquiera conocía, acababa de comprar uno de sus diseños.
Era una tarde gris de martes cuando la notificación apareció en el teléfono de Andrew: “1 Nuevo Pedido – Sudadera Negra, Talla M.” Por un breve momento, pensó que podría ser un error. Revisó el nombre de nuevo, la dirección de entrega— no, ¡esto era real! Un desconocido, alguien que ni siquiera conocía, acababa de comprar uno de sus diseños.
La sudadera presentaba un mural original pintado a mano de una mariposa monarca (que el artista local de Boyle Heights había pintado), elevándose contra un fondo de palmeras de LA y lowriders. Era el tipo de arte que le resultaba cercano, arte basado en el hogar y la identidad. Solo había impreso tres de ellas, solo para probar.
Empaquetó el pedido lentamente, cuidando de alisar los pliegues, de incluir una nota escrita a mano:
“Gracias por apoyar el arte local. Mantente fuerte. — Andrew.”

Luego la dejó en la oficina de correos con manos temblorosas y una esperanza nerviosa que no quería admitir.
Pasó una semana. Sin noticias.
Luego, una noche, mientras preparaba un lote fresco de transferencias, el teléfono de Andrew volvió a vibrar.
Era un mensaje enviado a la bandeja de entrada de su tienda:
“Oye—acabo de recibir la sudadera hoy y wow. Usarla se siente como llevar mi barrio puesto. 💛🔥”
Adjunta había una foto: una joven de pie frente a un mural que coincidía con el diseño de la sudadera con capucha. Ella sonreía ampliamente, con las mangas ligeramente remangadas, el orgullo reflejado en toda su cara.
Andrew estaba paralizado. Simplemente miró el mensaje y lo leyó de nuevo. Tres veces. Cuatro. Cinco.
Entonces llegó la sonrisa — lenta, profunda, del tipo que se queda atrapada en el pecho. Hacía mucho tiempo que no dejaba que algo rompiera esa pesadez.
Validación. Alegría. Un destello de fe.
Tomó una captura de pantalla del mensaje y la guardó en una carpeta en su teléfono llamada “Razones para seguir adelante.”
Porque esa sudadera con capucha, puesta por alguien que se sintió visto por ella, significó más para mí que cualquier trabajo que haya tenido.
No fue solo una venta. Fue la primera vez que Andrew vio un atisbo de lo que estaba construyendo: algo real, algo que importaba.
Lo que comenzó como un puñado de pruebas se convirtió en un pequeño pero floreciente estudio impulsado por la comunidad y la creatividad. Andrew nombró el estudio con una frase que solía decir durante su recuperación: “Still Standing.” Cada pieza llevaba ese mensaje silencioso de resiliencia.
Ahora, Andrew colabora con artistas de todo Los Ángeles, les devuelve una parte de las ganancias y está trabajando para lanzar pop-ups y ferias de arte con creadores locales. Su cuerpo puede haber cambiado, pero su capacidad para construir algo significativo no desapareció.
Un sueño más grande que él mismo
Hoy en día, el pequeño estudio en el garaje de Andrew vibra con un propósito silencioso. Pero internamente, ya sueña mucho más allá de esas cuatro paredes. Habla a menudo del tipo de espacio que desearía hubiera existido cuando empezaba, algo entre un taller, un aula y un centro comunitario.
“Algún día,” dice, “quiero abrir un espacio creativo compartido. Un estudio real, con iluminación adecuada, mesas, impresoras, prensas de calor, tal vez incluso un rincón de fotografía. Pero más que eso, quiero que haya gente como yo ahí. Personas que tuvieron un golpe duro, que tal vez no tienen un título o ahorros, pero que aún tienen algo que decir.”
Él imagina mentorizar a jóvenes artistas de East LA, mostrándoles cómo convertir sus dibujos en arte para vestir. Quiere enseñarles no solo a imprimir, sino también a vender, a empaquetar, a crear su propia marca. Visualiza un espacio donde madres solteras puedan aprender un oficio por la noche, donde trabajadores que antes se lesionaron puedan ganar dinero a través de la creatividad en lugar de romper sus cuerpos de nuevo.
“No quiero que esto sea solo sobre mí,” dice Andrew. “Quiero que sea una plataforma. Un lugar donde la gente sienta que puede empezar de nuevo, como yo lo hice.”
Para Andrew, la impresión DTF no fue solo una solución. Se convirtió en un peldaño. Una revolución silenciosa. Y ahora, está construyendo algo que vale la pena transmitir.

La historia de Andrew no se trata solo de aprender a imprimir o de iniciar un pequeño negocio, sino de recuperar el control después de una pérdida. Lo que comenzó como una búsqueda silenciosa y desesperada de trabajo se convirtió en un camino creativo que lo reconectó con su comunidad, sus raíces y consigo mismo. Convirtió el dolor en propósito. Volvió a construir algo con sus manos, a su propio ritmo, a su manera; ahora el sueño se ha expandido. Sudadera con capucha a la vez, Andrew está sentando las bases para algo más grande: un futuro donde el arte, la resiliencia y la oportunidad se cruzan. Un espacio donde otros como él, golpeados pero no rotos, pueden crear, crecer y levantarse. Tal como él lo hizo.